Como un faro en la orilla,
centinela en tu sueño,
te aguardo en la alta noche.
A la lengua del mar. Las aguas
rumorean tu boca y la caricia
de tu piel de cereza. Lejos oigo
en el viento tu voz entrecortada.
Y te llamo insistente.
Y tú no estás conmigo.
Mujer, mi compañera, muéstrame
cómo he de amarte, cómo
arbolar este amor soberbio: a veces,
bogo hacia ti perdido, a la deriva,
y me adentro en lo oscuro más y más;
y a veces, para abarcarte,
para tenerte cerca, te alejo.
E, insomne, te llamo.
Y tú no estás conmigo.
Hay en mi corazón, varado,
un dolor dulce como de uva madura,
amargo como jugo de áloe;
es el rincón del llanto,
porque te busco, incansable,
por los acantilados, porque
mientras el viento arrecia ciego,
te llamo, amor, te llamo,
y tú no estás conmigo…
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